Voyerísta en la Tarde VOL. 01

Aunque ya fue hace algún tiempo, hoy no puedo olvidar la cara de mi querida amiga después de salir de aquel lugar.

Durante los días de universidad, entre libros, fotocopias, trabajos y por qué no decirlo, algunas cervezas y charlas largas, amenas y sin sentido. Propuse a mi grupo de amigos de la época hacer incursión a un lugar desconocido para nosotros, con el propósito de vivir una experiencia distinta que se traduciría posteriormente en un texto breve para cumplir con una actividad universitaria.

Caminando hacia el centro por la tradicional Carrera Séptima en una tarde soleada, que a esa hora, las 4 de la tarde, era acompañada con una suave brisa helada típica de la capital. En medio de la calle y sin pensarlo dos veces, dije a mi combo de amigos que nuestro destino era entrar hoy a un Cine Porno e intentar pasar como clientes habituales sin levantar sospecha alguna  de mis literarias intenciones.

Los rostros de Jonathan, Alex y Sofía fueron inexpresivos. En ese breve instante fue muy difícil saber si mi propuesta fue ofensiva, o si dentro de ellos desperté algún interés genuino en pro de llevar a cabo este atípico plan. Los dos hombres de mi grupo sin decir mayor cosa aceptaron, sólo se limitaron a preguntar sobre el valor de entrar a un cine porno en Bogotá. Sofía, la mujer del grupo, se hizo la difícil. Rápidamente respondió con un no absoluto, pero como dicen por ahí; – “La curiosidad mató al gato”… Después de uno de mis improvisados discursos sobre la vida, las experiencias y sobre correr el riesgo para acumular historias y vivencias, Sofía aceptó ser parte de aquella incursión con nosotros.

Dentro del bolsillo del pantalón, saqué un pedazo de papel arrugado, verde, pequeño, con un diseño barato y mal impreso. En aquel desdichado papel se leía;

 

Sala Múltiple.

Cine para adultos.

Videos XXX

Películas de todos los géneros.

 

Y así fue. Frente a Sala Múltiple, uno de los cines para adultos que se encuentran en el centro de la ciudad, hicimos nuestro ingreso al mundo de las producciones de bajo presupuesto, actores naturales, escenarios improvisados, mala iluminación, encuadres poco profesionales e historias sexuales sacadas de ideas muy locas.

Al traspasar la puerta para entrar al lugar, sentí que me alejaba de la ciudad. Era como cruzar un umbral y sumergirme en una dimensión densa y oscura, con una extraña sensación de precariedad y un tanto de suciedad. El lugar era muy oscuro, pero la ausencia de luz no ocultaba la estética del sitio. Imagenes de mujeres y hombres atléticos, con formas voluminosas y poca ropa colgaban por doquier. Nos encontramos en el salón principal con hombres mayores sentados allí que bebían sus cerveza y charlaban agradablemente.

Al fondo una cortina blanca que fungía como puerta improvisada separaba el lobby de las dichosas salas donde se proyectaban las películas. El encargado del negocio nos preguntó si queríamos beber algo, pero nuestro sueldo como estudiantes era nulo, y nos tocó pasar esta experiencia “a palo seco”. Rápidamente aquel hombre levantó la cortina y nos dijo -Sigan, bienvenidos.

El lugar resulta ser un laberinto lleno de escaleras angostas hechas de madera y habitaciones no muy amplias. Las puertas eran sábanas de algodón rojas que colgaban en los marcos para intentar brindar algo de privacidad y misticismo a cada una de aquellas precarias e improvisadas salas de cine. Mis amigos y yo decidimos entrar al espacio más amplio, un lugar con varias sillas y un sofá que miraban hacia  una pared blanca donde con un Video Beam se proyectaba una escena bastante fuerte. Era la historia de una joven rubia esbelta, con piel perfecta y labios carnosos; el sueño de cualquier hombre puberto. En la escena hace presencia dos hombres afroamericanos, altos, fornidos y con… gran talento para el cine porno.

En esta sala donde los gemidos de la rubia armonizaban el incómodo silencio que se sentía por momentos, mi grupo de amigos y yo hicimos posesión de un sofá que se encontraba en el fondo. Sofía se sentó a mi lado, tenía una mano cubriendo su rostros para evitar ser vista. Ella muestra su incomodidad con un codazo en mi estomago. Un hombre que estaba en una de las sillas del lugar, nos voltea a mirar y al percatarse de la presencia de una mujer, afanoso se levanta y sale de allí…

Después de ver por más de 10 minutos como la joven rubia de la escena, recibe con tanto placer el talento actoral de estos gigantes hombres afroamericanos, llegó el momento de dejar salir al periodista investigativo en formación de aquella bella época universitaria. Entonces decidido a explorar el lugar en detalle, me levanté del sofá y en silencio caminé hacia la puerta, no sin antes mirar atrás, y observar como Jonathan y Alex con los brazos entrecruzados y desplayados en sus sillas miraban hipnotizados los pechos de la joven rubia que se movían rítmicamente  al son del sexo salvaje afroamericano. La pobre Sofía seguía tímida en su lugar, estática, respiraba muy levemente y aún seguía con la mano cubriendo su rostro para no ser reconocida por alguien , o para esconder su vergüenza frente a mi.

Luego de grabar en mi mente esa particular imagen que se dibujaba ante mi, con ansiedad, miedo y curiosidad embargando mi cuerpo, levanté la cortina roja con una mano y salí sin más preámbulos a descubrir los secretos que habitan dentro de un cine porno…

(((C o n t i n u a rá)))

 

No se pierdan el desenlace de este Cuento Roto -“Voyerísta en la Tarde ” Parte II.

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